Libre pensador.

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miércoles, 16 de julio de 2025

 

La magia y encanto del país vallenato y sus habitantes



Hablar de los valores culturales y de las personas de esta mágica y encantadora tierra, del viejo Magdalena y del actual valle del Cacique Upar, esa que está enclavada en las estribaciones de La Sierra Nevada de Santa Marta, en donde queda Teyuna construida por los indígenas Tayronas hace más de 1.000 años.

Esa que tiene con 1. 200 escalones, pero conocida como “Ciudad Perdida”, la que es comparada con Machu Picchu en el Perú, siendo Ciudad Perdida 600 años mayor, pero poco visitada por falta de vías de acceso y difusión por parte de las entidades gubernamentales, desde que se supo de  ella, en la década de los 70.


Es recordar y evocar algunos de sus personajes y anécdotas, también es adentrarnos en las aventuras y vivencias de un pueblo laborioso y cultural por onomancia, tierra amante de la poesía, de los cantos y composiciones a la naturaleza, al rocío de una mañana fresca y clara, amenizada por el trinar de las aves, es admirar extasiado el vuelo de las mariposas amarillas, como lo describió Gabo en su obra cumbre “Cien Años de Soledad”.

Es inspirarse en la gracia y belleza de una fémina tratando de conquistar su corazón, es evocar el enfrentamiento de dos juglares de nuestra vernácula y representativa música vallenata, para demostrar quién ejecuta mejor el acordeón y quién compone los mejores versos y melodías, con el firme propósito de enamorar a la mujer de su sueño.

Como sucedió con los maestros de esta hermosa costumbre y tradición; esos juglares como Lorenzo Morales, “Moralito” el de los Cardonales de Guacoche (Cesar) tierra de mujeres y hombres laboriosos y artesanos y de Emiliano Zuleta Baquero, de La Jagua del Pilar (La Guajira) de donde surgió la joya musical “La Gota Fría” quién no se deleitaba con la picardía, creatividad y talento para componer y cantar, de Calixto Ochoa Campo, el creador de más de 1.500 canciones, entre ellas verdaderos clásicos musicales.

 


Calixto Ochoa

(Los sabanales, El africano, Yoyo, el mundo, Remanga entre otras) grabadas e interpretadas, no solo por él, sino por grandes orquestas y grupos internacionales, en esta tierra triétnica (negros, blancos y aborígenes) en donde convergen e interactúan un sinnúmero de historias y vivencias.

Es añorar anécdotas, mitos y leyendas, desde enfrentamientos con el Diablo, por parte de ese mítico personaje, “Francisco El Hombre” utilizando únicamente sus armas más poderosas, la inteligencia y el acordeón.

Así como atreverse a construir una casa en el aire, como lo hizo uno de los pioneros y fundadores del Festival Vallenato Rafael Escalona, como condición para los enamorados y poder visitar a su hija Ada Luz, quien era la luz de sus ojos. Hablar de esta tierra, es admirar lo que pudo hacer ese maestro y gigante de la música vallenata “Leandro Díaz”, para mí, el más grande e importante compositor, que ha parido esta mágica tierra.

 

Leandro Díaz

Ese que veía con los ojos del alma, describiendo casi a la perfección siendo invidente, los paisajes de su bella, pero olvidada tierra Guajira, igualmente lo hacía con la naturaleza, destacando su majestuosidad como si realmente los estuviera viendo.

¿Qué compositor puede inspirarse de esa manera, sin poder ver) Es deleitarse al escuchar tocar y cantar, a “Alejo Durán” Mi pedazo de acordeón y el 039, dos obras sobresalientes, del primer rey vallenato, con su voz cadenciosa y sus notas bien marcadas y lastimeras.

También es rememorar el orgullo de Compae’ Chipuco, Antonio Guerra Bullones por tener las patas bien pintadas como lo expresaba él, lo que lo identificaba como un verdadero vallenato, este personaje, originario de La Guajira, tocaba el acordeón y componía canciones a orillas del río Cesar, sostuvo un negocio de comida con sus esposa Carmen Arzuaga.

Más adelante en la calle del Cesar monta un salón de baile, llamado “La Academia”, donde funcionó por muchos años la Farmacia Mundial N° 1, Compae’ Chipuco fue bautizado con ese remoquete por el ruido que producían los calambucos del agua, cargadas en las bestias de arriar, el preciado líquido.

Así era la onomatopeya de los calambucos de agua, que dieron origen a su remoquete…

Chi puc, chi puc, chi puc…

 

Compae’ Chipuco

Todos estos personajes y anécdotas, hacen parte de esta mágica y encantadora tierra del país vallenato, como es conocida esta región en donde confluyen tres departamentos, Cesar, Guajira y Magdalena.

Artistas, con talento y gracia para componer, cantar o tocar cualquiera de los instrumentos que hacen parte de la música vallenata, como lo son: “La caja, la guacharaca y el acordeón”, folclor que también es trietnico como sus habitantes, descendientes de los españoles, aborígenes y los traídos de África. 

Y que más adelante, no solo eran los habitantes de esta región, quienes tocaban, cantaban o componían, sino que en muchas regiones de Colombia, también se hace, como es la sabana de Colombia con grandes representantes como Adolfo Pacheco y Lisandro Mesa y en el interior del país, quienes han ganado concursos de música vallenata, demostrando que el vallenato, ya hace parte de toda la geografía colombiana.

Inclusiva ha traspasado las fronteras, como en México, Panamá, Venezuela entre otras naciones fronterizas, en donde también se toca y se canta música del Valle del Cacique Upar, como también se le conoce.


Solo esperamos que no se pierda la esencia, que se respete el verdadero vallenato, ese raizal, que las nuevas generaciones toquen vallenato de verdad y las letras y canciones, sean poemas cantados como antaño, para seguir siendo el país vallenato orgullo de Colombia y del continente, siendo declarada la música vallenata patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la UNESCO el 1 de diciembre del 2015.

Por: Iván Fernando Márquez Gómez

nabusimake3@gmail.com

Teléfono. 3013942339   

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